Una de las plantas que más gusta a Jose Miguel Muñoz, son las piteras.
En esta ocasión una de las que se pueden ver paseando por las montañas de Puerto Lumbreras, en su castillo y en toda su comarca, así como en toda la región mediterranea.
El género de las Ágave (Agavaceae), comúnmente conocido como pita o pitera, posee una hoja carnosa, alargada y con la punta acabada en pincho. Su coloración puede variar según las especies: cenizo, cenizo con bordes blancos, verde…
También tienen en común que solo florece una vez en su vida y luego muere. Son de color amarillo-anaranjado-verdoso y solo salen al final de un largo tallo de 10 m de alto, la cual florece en verano.
Esta planta vive en lugares cálidos y soleados. Tiene diversas utilidades. Las más destacadas son las siguientes:
– Usos ornamentales en jardines
– En vallas para evitar la entrada a intrusos (afilados aguijones en las puntas)
– Para la creación de la bebida alcohólica Tequila (jugo fermentado de las hojas)
– Usos medicinales: las hojas se utilizan contra inflamaciones y catarros intestinales
– Para fabricar hilos y cuerdas
El agave tiene muchos usos beneficiosos, tanto es así que se comercializan en supermercados productos con extracto de agave, como por ejemplo como alternativa al azúcar ya que se cree que las personas con problemas de azúcar lo toleran mejor.
Esta planta deberá estar en suelos con buen drenaje los cuales se rieguen poco. En maceta tendremos que regarla más, pero esta crecerá poco.
Para reproducirla será tan fácil como coger alguno de sus hijuelos los cuales cercen alrededor. Es una planta muy fuerte y resistente, por lo que no tendremos ningún problema.
Este tipo de botijos eran mucho más estilizados que los botijones. Tenían dos asas y solian estar dentro de las casas bien sobre las tinajas o en un soporte de madera colgado en la pared.
Se solia adornar el agujero superior con un tapete hecho de hilo con un trapito con un limon encima para que no entraran bichos.
Un botijo (también boteja en Hispanoamérica y búcaro en gran parte de la España meridional) es un recipiente de barro cocido poroso, diseñado para beber y conservar fresca el agua. En alfarería se define como vasija de cuerpo esferoide, un asa en su parte superior, y con dos o más orificios.nota 1 Por lo general se llama boca al más ancho —por el que se llena—, y pitón o pitorro al otro, que produce un fino chorrillo ideal para beber sin demasiado desperdicio.
Dice el diccionario que Ceña es una noria para elevar el agua.
Las norias utilizaban la fuerza del agua para generar movimiento y fuerza para elevar el agua de una acequia principal o rio.
Las ceñas que eran muy comunes en la huerta y que se hacian con madera y chapa, se movian por medio de un animal cuando disponian de rueda dentada o como la utilizada para esta obra, que se movia por una persona que caminaba sobre ella.
Yugo de madera, en ocasiones reforzado con hierro, usado para aparear animales de tiro como bueyes y mulas; se coloca en sus cuellos o cabeza para enganchar el arado o el carro del que tiran.
Arreo de madera o hierro, en forma de herradura, que se pone a las caballerías encima de la collera, y al cual se sujetan las cuerdas o correas de tiro.
Recipiente vidriado de barro, alto y sin asas, que suele usarse para guardar alimentos en conserva.
En la huerta se usaban para guardar embutido de las matanzas y el pringue de las calderas despues de cocer las morcillas y los blancos o morcones. Hoy en día se siguen utilizando sobre todo para encurtidos.
Las planchas de carbon tienen parecido a lo que viene ser la plancha de vapor electrica. Es una plancha muy parecida a la moderna, pero con la diferencia de que viene con un hueco interior, que contiene en su interior carbon humeante que sirve para mantener la plancha a su temperatura.
Hacia el siglo XV, las familias europeas acomodadas utilizaban la plancha llamada “caja caliente” provista de un compartimiento para carbón o un ladrillo previamente calentado. Las familias más pobres todavía utilizaban la plancha sencilla de hierro, con mango, que se calentaba periódicamente sobre el fuego. La gran desventaja de esta plancha era que el hollín se adhería a ella y pasaba a las ropas.
Cuadro realizado al óleo sobre lienzo preparado ,pintado Alla Prima.
La plantera es un trozo de madera tallado para darle la forma de un asta con el fin de clavarlo en la tierra para abrirla y poder introducir una planta.
Este utensilio se utilizaba cuando se plantaba a mano en la huerta y era la mejor forma de no destrozarte los dedos durante la labor.
Cuadro realizado al óleo sobre lienzo preparado ,pintado Alla Prima.
Primera pieza realizada para esta colección y que se pudo ver por primera vez en Beniel en unas charlas que el artista Murciano impartió sobre el patrimonio, la huerta a través del arte.
La romana (del latín statera rormāna, estátera) es un instrumento que sirve para pesar, compuesto de una palanca de brazos muy desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo que se ha de pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un pilón o peso constante que se hace correr sobre el brazo mayor, donde se halla retrazada la escala
Las romanas se usan desde tiempos muy remotos, aunque su nombre sugiere que su forma definitiva, así como su utilización, corresponde a los tiempos de la Roma Antigua. Desde entonces se ha seguido utilizando en su forma más sencilla y arcaica o en otras formas más elaboradas.
La aparición de balanzas y básculas mecánicas y, posteriormente, electrónicas, han arrinconado el uso de la romana a ambientes rurales poco desarrollados ya que las balanzas electrónicas son más rápidas y precisas.
La exactitud y precisión de la romana depende de la calidad de los materiales con que ha sido fabricada y del calibrado de la barra y el pilón. Se han llegado a realizar romanas de acero inoxidable, de gran resistencia al uso en el tiempo, y con capacidad para pesar gramos con total fiabilidad. Su principio de funcionamiento está basado en las propiedades de las palancas, donde el peso del cuerpo a pesar se contrarresta con el contrapeso del pilón que puede deslizarse a lo largo de una regla graduada.
Aunque existen diversos modelos de romanas, todas tienen un brazo en forma de regla graduada larga donde se lee el peso y otro más corto del que se suspende el cuerpo a pesar, bien sea colocándolo en un plato o colgándolo de un gancho.
Para equilibrar la romana hay que mover el pilón a lo largo de la regla graduada. Cuando la romana está equilibrada, la barra graduada está totalmente horizontal y el punto de la regla en que está situado el pilón permite leer el peso de la mercancía.
Cuadro realizado al óleo sobre lienzo preparado ,pintado Alla Prima.
Esta obra en concreto esta realizada a partir de dos tinajas. Una restaurada y la otra casi totalmente destruida y que el artista utilizó para esos detalles de desconchones que dan un aspecto tan realista.
Una tinaja es un recipiente de barro con forma de vasija de perfil ovalado, boca y pie estrechos y por lo general sin asas.nota 1 La tinaja grande, también llamada tinajón, más profunda y panzuda, se ha utilizado tradicionalmente para almacenar vino, y los ejemplares medianos para aceite y granos de cereal. Las más pequeñas pueden ser vidriadas parcial o totalmente y utilizarse para todo tipo de líquidos y semillas, así como en la matanza del cerdo.
La tinaja, dada su absoluta funcionalidad, ha sido uno de los utensilios de barro usados por el hombre que ha mantenido de una manera más fiel las formas tradicionales a lo largo de los años. Sin embargo, su dificultad de elaboración, tamaño y peso, han contribuido a la desaparición de esta singular pieza cerámica, que ha pasado a ocupar un lugar destacado en el mercado de antigüedades de muchos países.
Y con ella, además del oficio, ha desaparecido la presencia, tanto en el pueblo como en el campo o la huerta, del popular tinajero murciano, ubicado casi siempre en un lugar preferente del hogar. La tinaja es una gran vasija de cerámica de forma ventruda y boca muy ancha, utilizada para conservar el agua, el vino, el aceite, los productos de pesca o las carnes en salazón.
Cuando la economía de esta región era evidentemente rural y no existía la red de agua potable, la presencia del tinajero resultaba imprescindible en la vivienda al facilitar el almacenamiento del agua bebible para la familia. Pero con la llegada del auge industrial sucumbió, al igual que ha ocurrido con otros elementos de la arquitectura rural. El tinajero comenzó a decaer en los años cuarenta de la pasada centuria, conforme se iba ampliando o mejorando en calles y casas la red de agua, de mano de las compañías particulares, que desde las décadas finales del siglo XIX se venían encargando del abastecimiento regular.
Éste, al igual que otros oficios artesanos, se heredaba pasando de padres a hijos, si bien se ajustaba a la jerarquía profesional tradicional existente, que diferenciaba al artesano del maestro, oficial y aprendiz, y que de alguna manera garantizaba la continuidad de la actividad al ir cogiendo el relevo las generaciones de una misma saga familiar. Resultaba habitual que los propios maestros tinajeros se encargaran de vender su abultada obra de barro cocido por municipios, campo y huerta, utilizando para ello un carro de tracción animal sobre el que distribuía el artífice la carga con tal maestría que resultaba casi imposible el desprendimiento de las voluminosas y llamativas tinajas rojas.
El tinajero doméstico solía tener un par de tinajas, embutidos sus cuerpos algo menos del tercio inferior en un poyo de obra. También los había de un solo ejemplar aunque en menor proporción. Algunas veces, el poyo estaba recubierto de azulejos multicolores y, en otros hogares de economía más precaria, simplemente se blanqueaban con cal. La ubicación tradicional en la vivienda era en uno de sus ángulos, y cuando se disponía de dos plantas, generalmente se colocaba en el hueco de la escalera. En una tinaja normal solían caber unos ocho cántaros de agua.
La definición más completa del tinajero murciano tal vez sea la que nos ofrece Isidoro Reverte Salinas, quien en su libro La Provincia de Murcia, escribe: "El tinajero es como un altar erigido al agua. Ocupando un rincón de la entrada a un costado, se construía una especie de mesa de obra cubierta por regla general de azulejos. Esta obra engloba dos grandes tinajas de 0.70 a 1.40 metros de altura, pintadas de color rojo fuerte, que se llenaban de líquido en la menguante de enero.
En el siglo XVIII se inicia la producción seriada de tinajas de mayores dimensiones, que pudo ser la predecesora de la tinajería gigante cuyos comienzos pueden situarse en el último tercio del siglo XIX, adoptándose la tipología troncocónica invertida, que es la que ofrece mayores ventajas globales. Piezas estas que requerían varios meses de trabajo, desde que se extraía la arcilla hasta conseguir su cocción en hornos morunos de dimensiones considerables. Los centros de mayor interés por el tipo de producción que realizaban estaban localizados en Totana, Caravaca, Cehegín, Lorca y Espinardo; si bien se llegaron a realizar tinajas en otras localidades como Fuente Álamo o Yecla. Producción que contaba con escasa demanda de tipo comercial, salvo en aquellas localidades cuyo territorio estaba ocupado por el olivar y la vid. El resto de los recipientes tenía como objetivo el almacenamiento de moderadas cantidades de aceite, vino y agua, así como la conservación de productos de chacinería y otros que se acomodaban en las orzas. Tenían mayor fama las tinajas de Espinardo y Totana, de paredes gruesas, barro rojo y morisco perfil. Su exterior se pintaba tradicionalmente en rojo con almagra y solían llenarse en invierno cuando el agua de los arroyos y acequias ofrecía mayores garantías de salubridad. La boca se cubría con una tapadera, tapaor, de madera de pino rojo, construido con tablas unidas a testa y sujetas por unas traviesas transversales, con asa u ojo, para cogerla, con objeto de preservar el agua de cualquier elemento extraño. Entre la tinaja y el tapaor, el ama de casa solía colocar un decorativo paño de hilo blanco
Cuadro realizado al óleo sobre lienzo preparado ,pintado Alla Prima.
Una zoqueta es una pieza de madera tallada de forma que quepan cuatro dedos en su interior, protegiéndolos así de posibles cortes. El pulgar, mientras tanto, queda libre, para coger las mieses durante la siega.
Las zoquetas solían ser piezas de madera huecas, a fin de proteger los dedos en su interior, reduciendo así el peligro de cortarse con la hoz. Muchas de ellas llevaban además un cordel enganchado en dos orificios en el extremo más cercano a la muñeca, con el objetivo de atarla al brazo del segador e impedir que se le cayese durante su uso.